viernes, 28 de noviembre de 2014

Por mi manía de querer que me curasen las heridas y me rompieran el corazón.

No son recuerdos, son heridas.
Heridas que aunque tú no supiste borrar,
hiciste que me doliesen un poco menos.
No,
no me salvaste,
pero me prestaste tu salvavidas.
Y eso es más
de lo que nadie hizo
en mucho tiempo.

Y sonrío,
porque todo ese dolor
me sirvió
pasa ver quién soy
y quiénes me hacen ser.

(Aunque las heridas aún sangran...)

Heridas que algún día
serán solo cicatrices.
Cicatrices curadas por la sonrisa
de aquel que supo verle la belleza
 a un corazón
que estuvo roto porque quiso.

A un corazón
donde nadie se atrevió a entrar.
Cerrado a cal y canto,
con tres capas de hielo
y una de café
(para dos)
que acabó siendo para uno.

Y sí, llegó alguien
que me hizo ver
que la gama de grises de la vida
es más amplia de lo que creía.
(Pero seguían siendo grises.)

Pero se fue.
Porque sí.
Por mí.
Por mi manía de querer
que me curasen las heridas
y me rompieran el corazón.

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