domingo, 26 de mayo de 2013

Pero qué quieres que te diga, no me acostumbro a estar sin ti.

La historia de una chica que se ilusionaba fácilmente. La historia de una chica que creía que esta vez podría ser diferente, y una vez más se equivocó. Los "para siempre" duran poco, ¿sabes? O quizás directamente no existen. Sí, debe ser eso.
Pero tampoco existen esos abrazos inesperados ni su olor adherido a mi ropa. Ni su sonrisa cuando me veía ni sus "enana, ojalá estuvieras aquí". ¿Qué ha cambiado, entonces? Dímelo, ¿qué coño ha cambiado? Una vez escuché que no se deja de querer en 18 minutos. Tampoco se deja de querer en dos días. Quizás te cansaste. O quizás nunca me has querido.
Pero, ¿sabes? Las tardes a tu lado formaban parte de algo que nunca he llegado a entender, y tu sonrisa a milímetros de la mía era algo que no se podía describir. Y lo echo de menos, de veras que sí.
Te parecerá una locura, pero qué quieres que te diga, no me acostumbro a estar sin ti.

viernes, 17 de mayo de 2013

Pararía una bala por quién está detrás del gatillo.

Que no iba a llorar, decían. "Quiérele, que no duele". ¿Que no duele? ¿Y si no duele, qué es esta mierda que me pasa? ¿Es normal llorarle cada noche a la almohada? ¿Es normal llegar a casa y tirarte en la cama porque no tienes ganas de nada? O sonreír sin ganas. O no querer recordar. Porque duele. Joder si duele.
Llegó, pisó, y se fue. Pero se olvidó de borrar las huellas. Y no le importó que yo llorara. No le importa ahora. No le importa que extrañe sus besos por el cuello, ni que anhele esa sonrisa en mitad del beso. No le importa el escalofrío que me recorre la columna cuando recuerdo ese último "no te vayas". Ya no.
Pero lo peor de todo es que no lo he perdido. Lo peor de todo es que ha desaparecido. Pero no como esos magos de los dibujos animados que desaparecen tras un chasquido de dedos, no. Ojalá fuera así. Quizás no dolería tanto.
Pero aquí estoy, esperando a que dispare. Aquí está la gilipollas que pararía una bala por quién está detrás del gatillo.

miércoles, 1 de mayo de 2013

De tanto empezar de cero, acabamos en negativo.

Otra vez. La historia se repite.
Gente nueva, sentimientos nuevos.
Conversaciones hasta las tantas de la madrugada, "te quieros" entre líneas. El  miedo a perderle, o las ganas de abrazarle todo el tiempo. Que se te quede su perfume en la ropa, o que no puedas apartarlo de tu mente.
Las indirectas, las bromas, o incluso los "ven idiota", con el abrazo de después de enfadaros. Las sonrisas sin venir a cuento y el nudo en el estómago cuando le echas de menos.
Y de nuevo, el miedo.
El miedo a que todo vuelva a pasar, a que la historia se repita. Miedo a quedarte echa pedazos, miedo a querer entregarte de más. Miedo a querer empezar de cero y acabar en negativo.
Pero, al fin y al cabo, el miedo forma parte del juego. Y si no juegas, no puedes perder. Pero ten por seguro que tampoco vas a ganar.