¿Conoces ese sentimiento? Sí, ese del que todos hablan. Ese al que le echan la culpa de sentirnos solos, y de que no tengamos ganas de nada. Ese que llega cuando creemos que necesitamos a alguien que nos salve, pero no sabemos de qué. Pero, ¿de qué puede salvarnos alguien que no seamos nosotros mismos?
A veces creemos que necesitamos a alguien que cure nuestras heridas, a alguien que nos salve. Pero ese alguien nunca va a llegar. Puede que nos preste su salvavidas, pero no nos salvará. Puede que te ayude a recoger tus pedazos y a reconstruirlos, a su manera. Pero si realmente quiere salvarte, te enseñará a no depender de nadie para hacerlo. Conseguirá que cada vez que estás tirado en tu habitación, llorando, te muerdas los labios y dejes de llorar, te mires al espejo y sonrías. Pero te enseñará a hacerlo sin nadie, a ser fuerte por ti mismo. Entonces, solo entonces, serás feliz de verdad. Y podrás darle las gracias a ese alguien que no te salvó, pero que te enseñó a salvarte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario