sábado, 17 de agosto de 2013

Que el café se enfría, y la vida pasa.

Nos sentamos y miramos cómo pasa la vida. Vemos los coches pitar insistentemente en las ciudades, vemos las prisas de la gente. Señores con el café enfriándose mientras corren porque llegan tarde al trabajo, o niños con las mochilas colgando para ir al colegio.
Nos sentamos y vemos la vida pasar, como si de una película se tratase. Nos sentamos a esperar a que pase algo sin hacer nada para que eso ocurra.
A veces nos sentamos de espaldas, y no aceptamos lo que tiene que venir. Y otras veces nos sentamos de frente a la vida, pero no tenemos los cojones de plantarle cara.
Es como cuando alguien se va, y te sientas en el suelo, mirando al techo, echándola de menos. Como si así fuéramos a conseguir que vuelvan.
Y vuelves a mirar por la ventana, y ves que el café de ese señor ya está frío, y que ha llegado tarde. Que el timbre del colegio ya ha sonado y los niños no han llegado. Que los coches han dejado de pitar, y que la vida sigue pasando, y tú sigues ahí, sentado, viéndola pasar.

jueves, 8 de agosto de 2013

Supongo que te cansaste de bailar.

Hablábamos de echar de menos, o de echar en falta. Hablábamos de necesitar, o de querer tener. Hablábamos como dos amigos, o como dos desconocidos. Ni quisiera sabíamos lo que éramos, ni quienes éramos cuando estábamos juntos, solo él y yo nos entendíamos. Pero, ¿eso importaba?
Una vez leí que hay un número limitado de oportunidades para estar con alguien. Supongo que nosotros las agotamos todas. Una detrás de otra. Creíamos que podríamos superarlo, que seríamos fuertes y que podríamos con todo. No fue así. Dos no bailan si uno no quiere, y supongo que él se cansó antes de bailar.
Pero es que lo estropeamos tantas veces que... Ya no había nada que hacer.