sábado, 9 de febrero de 2013

Y es que me siento tan bien, que ni te lo creerías.


Las dos de la mañana y él sigue en tu cabeza. Las dos de la mañana y su sonrisa sigue estando tan presente como lo estaba la tarde anterior.  Las dos de la mañana y aún sientes sus brazos rodeándote.
Te dices a ti misma que no, que no es posible, que estás cansada y está en tu cabeza por casualidad. Pero tampoco sabes que las casualidades en realidad no son casualidades, pero lo parecen.
Son las dos de la mañana y no te puedes dormir. Te levantas, buscas el reproductor y pones música. Vas a la silla de tu habitación y coges la chaqueta que él te había dejado la tarde anterior. Te la pones. Hm… Sigue oliendo a él.
Vuelves a la cama, y como si el destino quisiera decirte algo, sale esa canción. Y entonces ya no hay marcha atrás. Ya no puedes escapar. Sabes lo que pasa, aunque no lo quieras admitir. Sabes que te costará mucho volver a sacarlo de tu cabeza. Incluso más de lo que piensas.
Pero te sientes tan bien, que ni se lo creerían.